¿Familias demasiado unidas?

Wilson Vidal

Wilson Vidal Sotomayor

No todas las familias son igual de unidas. Y aunque ser menos unidos no es un problema, con frecuencia se oye decir, o se lee por ahí, especialmente en Latinoamérica, sobre lo bueno que es tener una familia unida. No cabe duda que la unidad familiar es un factor que ayuda a hacer una buena vida. Sin embargo, como todo exceso, demasiada unidad puede ser perjudicial y, en casos extremos, convertirse en una pesadilla. Pero antes de entrar en eso, precisemos en qué sentido estamos hablando de unidad.

El vínculo familiar une a sus miembros no sólo en el plano afectivo, sino también en el de la compañía, en el estar todos y cada uno atentos a lo que está ocurriendo en la vida de los demás y, especialmente, en el de la identidad de cada miembro. Los miembros de la familia se quieren unos a otros, cuentan con los otros miembros para estar juntos en diferentes situaciones de la vida, saben sobre la vida de los otros, y además hay una cierta identificación entre ellos. Esto último quiere decir que en la esencia de cada uno, hay algo de los otros, y cada uno reconoce ese algo como una especie de rasgo compartido. En una familia unida sana todos estos elementos son más intensos que en una familia autónoma, pese a que en ambas están presentes.

Sin embargo, en una familia unida disfuncional (a veces denominada «aglutinada») se rompe el equilibrio entre lo propio o privado y lo compartido de la identidad, entre la identidad individual y la armonía familiar, y hay manipulaciones para que cada miembro sacrifique lo propio y privilegie lo compartido. Los miembros son presionados a ser todos iguales, a tener las mismas ideas, a divulgar su vida privada ante los demás, a realizar las mismas actividades, a sostener los valores, etc.

Todo lo anterior, en aras de la armonía familiar. Estas presiones no necesariamente son explícitas, sino que pueden darse de manera sutil, como gestos de reproche, manipulación de sentimientos de culpa, sanción a los gestos de independencia o de diferenciación de algún miembro, etc. Cada uno de los miembros de la familia se ha visto, a lo largo de su vida juntos, sometido a esas presiones, y así ha aprendido a complacer a los demás de tal modo que se ha ido quedando atrapado en un modo de vida que tiene mucho de cárcel emocional.

Son familias en las que ser diferente es interpretado como falta de afecto. Al mismo tiempo, el afecto mutuo y la compañía se tornan una obligación que ahoga la libertad de cada miembro de hacer la vida que desea tener. En ellas, generalmente aparece un miembro seriamente disfuncional que queda definido como el problemático. Si este miembro, por alguna razón logra superar sus problemas, aparece otro miembro con alguna perturbación seria.

Todo esto nos muestra lo importante que es el que la unidad familiar no interfiera con el desarrollo de la identidad personal de cada miembro. Se puede ser unidos y a la vez alentar las diferencias. Se puede ser unidos y ganarse la compañía o el afecto de los demás, sin presiones.

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